25 de mayo
María Magdalena lleva el nombre la noble familia de Pazzis de Florencia, que ya en el s. XV tenía una gran influencia política. Nacida el 2 de abril de 1566, fue educada piadosamente, y desde la niñez mostró sentido profundo de la presencia de Dios, amor ardiente a la Eucaristía y fuerte inclinación por el espíritu de penitencia. Por consejo de su confesor, fue admitida a la primera comunión, contrariamente a las costumbres de la época. A los dieciséis años fue aceptada por las monjas carmelitas de Sta. María de los Ángeles de Florencia, su ciudad natal. Durante el noviciado una grave enfermedad, que duró dos meses, la llevó al desahucio médico, de modo que le fue concedido el adelanto de la profesión. Pero se recuperó. Fue durante tres años vicemaestra, sacristana y seis años maestra de novicias. Se encargó también de las jóvenes profesas y en 1604 fue elegida subpriora. Indecibles sufrimientos físicos y una dura prueba espiritual templaron su paciencia, y fue enriquecida por Dios con gracias extraordinarias. Murió el 25 de mayo de 1607. Beatificada en 1626, fue canonizada el 28 de abril de 1669.
A una intensa vida espiritual unió la concienzuda observancia de los votos religiosos, y llevó una vida escondida de oración y abnegación. Tuvo el «ansiado deseo» de la renovación de la Iglesia: urgencia de la reforma y anhelo de la expansión, ofreciéndose para que los «cristos» (los sacerdotes) fuesen de nuevo luces del mundo y los infieles volviesen al seno de la Iglesia. «Clave de la bóveda de su edificio espiritual (pero no desarrollado orgánicamente) es el amor: creados por Dios por amor y con amor, por esta vía es por la que debemos volver a él; el amor es la medida del progreso en el retorno del alma a Dios. La principal función del amor es la de unir el alma con Dios. La vida espiritual es como un círculo, animado por el amor, que en Dios tiene su punto de partida y de llegada». Sta. María Magdalena de Pazzis fue también tiernamente devota de Nuestra Señora y contribuyó notablemente a profundizar la devoción mariana carmelita a la «Virgen Purísima», afirmando que la belleza de María fue su pureza, que la unió con el Verbo en la divina maternidad.
Sus experiencias místicas son recogidas en los «manuscritos originales», como se llaman los apuntes que sus hermanas recogían sobre lo que ella hacía o decía en sus éxtasis y «excesos de amor divino» y de los cuales hacían una cierta «comprobación» con la misma santa. Estos son: Quaranta Giorni (Cuarenta Días), Colloqui (Coloquios), Revelatione e intelligentie (Revelaciones e inteligencias), Probatione (Prueba) y el Rinnovatione della Chiesa (Renovación de la Iglesia), junto a los Avvisi (Avisos) y las Lettere (Cartas).
Sus obras
Santa María Magdalena no escribió nada, pero fue obligada por la obediencia a confiar cuanto espiritualmente le sucedía. De este modo se recogieron, dictándolas ella, las relaciones de los favores celestiales recibidos. Algunas de estas relaciones se tomaron durante los éxtasis de la Santa.
Cinco libros conservan con cariño las monjas carmelitas de Florencia que recogen las principales revelaciones y doctrina de Magdalena
- Los Cuarenta días.
- Los Coloquios.
- Las revelaciones e inteligencias.
- La prueba.
- Renovación de la Iglesia
- Avisos, Sentencias, Cartas fam,liares.
Un buen conocedor de la doctrina magdaleni ana ha podido escribir que las obras de Magdalena «abundan en conceptos sublimes, en visiones profundas, en interpretaciones agudas, en personificaciones vivísí mas, en van edad de símbolos y en tantos sentimientos que no es posible desear más No faltan páginas de una viveza ingenua, de una gracia exquisita que hacen brotar aquí y allá rosas de imágenes frescas. Las oraciones son espléndidas, llameantes como la espada de un querubín… A la belleza y el valor del contenido no siempre correponde la belleza del vestido: aunque el lenguaje no es malo, el período no siempre es perfecto. Repite, deja frases sin concluir y usa demasiadas preposiciones y otras partículas. Pero nuestra carmelita no preparaba su obra en el escritorio: habla en éxtasis y eso lo dice todo» (R. Cioní).
Su espiritualidad
Ya ha quedado reflejada en cuanto precede, pero añadimos estas nuevas facetas.
Esta virgen carmelita es una de las más grandes místicas, extáticas y estigmatizadas de todos los tiempos.
Después de casi cuatro siglos su mensaje espiritual sigue siendo de gran actualidad.
Podemos sintetizar su nca espiritualidad en estos puntos: Todo el «mensaje» de la santa gira en torno alo que constituye el núcleo de cristianismo. «Dios es amor» «El amor es Dios». Núcleo percibido con una claridad y evidencia extraordinaria. sentido con una intensidad irresistible, expresado con una insistencia incansable que hace de la vida y doctrina de esta santa como una hoguera incandescente de amor, un éxtasis casi ininterrumpido, que la arranca de todo lo terreno, para abismaría en el seno de la Tnnidad y abrasarlo todo en el amor.
Pero ante la soberbia e ingratitud humana la santa no puede menos de dejar escapar de continuo un amargo quejido de dolor «¡El amor no es amado!» Por eso su más absorbente preocupación fue la de «hacer amar al amor». Y es que en la visión de la extática florentina el amor lo es todo, en el orden divino y en el humano El amor es como un río impetuoso que brota de la profundidad de Dios, se desbo rda y lo invade todo.
La vida de Magdalena fue dura, un continuo martirio por las almas, por la Iglesia, a la que amó apasionadamente. Y porque «Amor es dolor» Magdalena se abrazará toda su vida a la «locura de la cruz», cuyas llagas llevará impresas en su cuerpo. y se ofrecerá víctima de amor por los pecadores lanzando aquel grito jamás oído: «Padecer y no moni».
Su celo por las almas no tenía límites Gritaba por los claustros del Monasterio de Florencia «¡Almas, Señor; dadme almas!».
Su gran anhelo va plasmado en esta frase: «Jesús mio! dame una voz potente que la oiga el mundo entero: nuestro amor propio es el que nos ofusca vuestro conocimiento… El amor propio que es el contrado al vuestro, Señor… ¡Amor, haz que las cnaturas no amen otra cosa que a ti!»
Para ello la santa insistirá en la «Pureza, pureza, pureza», como solía repetir; esa pureza que es la desnudez total de la propia voluntad: la inmolación absoluta del propio yo, del juicio y parecer propio, de todo deseo y satisfacción.
Es así como Magdalena ha llegado, contemplando sabrosamente. a la verdadera profundidad del misterio divino, en que del todo se sumerge y nos mueve a sumergirnos.
Su estela
A pesar de su clausura, pronto las maravillas de su vida y sus profundos escritos traspasaron los umbrales del convento florentino. A raíz de su muerte empezó su veneración y la edición de su biografía y parte de sus obras.
La espiritualidad de Santa María Magdalena de Pazzi hay que situarla y entroncaría en la espiritualidad carmelitana. El secular árbol del Carmelo ha florecido simpre con sabia vigorosa y espléndida.
Algunas páginas de sus obras, especialmente las que se refieren a la contemplación del misterio de la Santísima Trinidad y al Verbo Encarnado, merecen no sólo contar como trozos selectos, en alguna antología de místicos cristianos, sino también, como ha escrito Thor-Salviat A. A .,en algún excelente tratado de Teología.
La influencia doctrinal ejercida por María Magdalena en la espiritualidad y en la piedad, sobre todo en la Italia de los siglos XVII y XVIII, ha sido muy notable. En estos dos siglos son numerosas las edicciones de los Extasis y casi trescientos los vocablos bibliográficos magdalenianos. El representante más famoso de esta influencia es quizá San Alfonso María de Ligono, que la cita frecuentemente en sus obras.
Su mensaje
- que hay que ser valiente y dejarlo todo por el Señor
- que la Eucaristía debe ser nuestro alimento indispensable.
- que María sea nuestra «superiora» y «modelo».
- que debemos crecer cada día en amor a la Iglesia.
Su oración
Señor Dios, tú que amas la virginidad, has enriquecido con dones celestiales a tu virgen Santa Maria Magdalena de Pazzi, cuyo corazón se abrasaba en tu amor, concede a cuantos celebramos hoy su fiesta, imitar los ejemplos de su caridad y su pureza. Amén.