22 de mayo
Nació el 16 de abril de 1783 en Barcelona (España). Se casó en el 1799 con Teodoro de Mas, del que quedó viuda en el 1816. Educó con esmero a sus nueve hijos. En el 1826, guiada por el Espíritu de Dios, fundó la Congregación de las Carmelitas de la Caridad que se difundió por toda Cataluña,
abriendo numerosas casas para la asistencia a los enfermos y para la obra de prevención y recuperación de las clases más expuestas a las insidias de la miseria y de la ignorancia. Enamorada del misterio trinitario, de él extrae las características de su espiritualidad: oración, mortificación, desprendimiento, humildad y caridad. Murió en Vich el 28 de agosto de 1854. Fue beatificada el 19 de mayo de 1940 y canonizada el 12 de abril de 1959.
Su espiritualidad
Tres fueron los resortes sobre los que apoyó su vida espiritual, triple faceta que dio un impacto distintivo a su santidad heroica: sentido providen cialista de la vida, ininterrumpido ejercicio de la oración y amor a Cristo crucificado.
Todo incluido en una confianza ilimitada y gozosa en la Divina providencia, que fue el secreto de su maravillosa ductilidad. Abandonada por entero en los brazos amorosos del Padre, que todo lo ve y todo lo puede, se adaptó con sorprendente seguridad y naturalidad espontánea a las circunstancias más imprevistas, humanamente más desconcertantes por las que hubo de atravesar su azarosa vida.
Cabe también destacar su arraigado sentir en todo con la iglesia. Penetrada del sabor y eficacia de las oraciones litúrgicas, gustaba de ellas preferentemente, en estas fórmulas sabía ponderar y comentar su hondo contenido, su profundidad de doctrina.
Supo vivir intensamente el espíritu que anima los misterios litúrgicos.
Su dinamismo apostólico fue movido y orientado por el resorte del amor contemplativo.
Las múltiples ocupaciones nunca la apartaron de Dios. sino que la unieron más estrechamente a El. De manera que el lema de sus empresas pareció ser «Por la contemplación a la acción».
Su vida estaba caldeada en la fragua del amor divino, se desarrollaba calladamente, sublimada por las comunicaciones divinas que la enlazaban con el misterio Trinitario.
Santa Joaquina cifró su afán y predilección en la modalidad dolorosa y reparadora de la Divina Pasión. Los acerbos dolores de Cristo en su Pasión la atraían cual imán irresistible, cultivaban su alma y embelesaban su corazón.
Por otra parte, encontró sus delicias en acercar-se a la Eucaristía llevada por la mano de María Santísima, su dulce Madre del Carmelo, a la que protesó un amor entrañable.
Estaba plenamente convencida y había experimentado que nadie mejor que la Madre divina puede enseñar a las almas a vivir en Jesús y con Jesús. Por lo mismo, puso gran empeño en enseñar a sus hijas el modo de valerse de la Virgen para celebrar con fruto los misterios de Jesús.
Es de notar además el rumbo marcadamente carmelitano que tomó la devoción mariana en su Instituto, colocado desde el principio bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen del Carmen.
Su mensaje
- que en nuestro propio estado de vida podemos y debemos santificarnos.
- que estemos siempre atentos al Señor «que llama».
- que la vida de sacrificio es camino breve para el cielo.
- que la oración y la humildad son necesarias para salvarse.
Su oración
Señor, tú que has hecho surgir en la Iglesia a Santa Joaquina Vedruna para la educación cristiana de la juventud y el alivio de los enfermos, haz que nosotros sepamos imitar sus ejemplos y dediquemos nuestra vida a servirte con amor en nuestros hermanos. Amén.