Según la tradición, el beato fue herido mortalmente en la cabeza con una flecha, por haber condenado las perversas costumbres de un prepotente. Luís murió perdonando a su agresor y sin querer revelar su nombre.
Nació en Erice-Trápan (Italia) en 1443.
Desde muy niño fue dado a la piedad. Pronto vistió el hábito carmelita en el convento de la Anunciación de Trápani.
Hizo su noviciado con grandes anhelos de perfección, entregándose más tarde por su profesión, al servicio de Dios con admirable generosidad.
Su humildad sufrió dura prueba cuando los superiores le mandaron se ordenara de sacerdote, pues, en su anonadamiento, nunca se juzgó digno de tan excelsa dignidad.
Cumplió ejemplarmente este sagrado ministerio, tanto en la predicación como en el confesonario. Su prudencia y santidad de vida eran tan notorias que los superiores sometieron de nuevo su humildad a prueba nombrándole prior del convento reformado de Randazzo.
Los Procesos de canonización (1533 y 1573) documentan la santa vida de nuestro Beato como ferviente religioso, que supo conciliar los deberes de una observancia impecable con los de su amor al prójimo, al que le obligaba su deber sacerdotal siempre iluminado por la caridad.
Se decía de él que solamente el verle movía a devoción. Al ver tanta santidad en un humilde religioso lleno de celo apostólico contra el vicio, un hombre perverso, Antonio Catalucci, aprovechando la ocasión de que el Beato volvía de su postulación le arrojó una saeta a la cabeza, que lo dejó gravemente herido. Malamente pudo llegar a su convento y aunque pidieron al Beato que denunciara al agresor, nunca quiso decirlo sino que de todo corazón lo perdonó e hizo por él especial oración.
Sufrió durante los meses que duró la dolorosa agonía (la herida se gangrenó, pasando la infección al resto de la cabeza) no acusó a nadie, ni dijo la causa (tampoco desmintió que fuera Catalucci). Sólo decía, al ser preguntado sobre el agresor: «Dios lo perdona. Sea para gloria de Dios», pero esto.no le impidió dedicarse a la más subida contemplación.
El Señor le reveló su cercano fin y el término de sus trabajos. Recibidos los últimos sacramentos sin perder la paz y su total conformidad con la voluntad de Dios, exhaló su último suspiro en 1490.
El papa Gregorio XVI aprobó el culto local que se le tributaba el 10 de diciembre de 1841. El 6 de abril de 1842 se aprobó la oración propia, y el 11 de mayo de ese mismo año se le proclamó beato, permitiendo a los carmelitas celebrar su memoria el 8 de mayo.
Sus reliquias se conservan en la Basílica de la Asunción de Santa María en Randazzo, y en Erice, su ciudad natal. Su cráneo, en el que es visible la herida, se muestra, junto a la flecha y la ballesta del asesino, en un relicario a la veneración de los fieles.
Su espiritualidad
Fue siempre muy observante de su Regla y a la vez muy dado a las obras de caridad para con el prójimo.
La humildad y caridad, junto con su celo por las almas, fueron sus virtudes principales.
Como medio para que las almas fueran mejor a Dios, ayunaba frecuentemente y se dedicaba mucho a la oración.
Manifestó un don especial para consolar a los tristes y afligidos y socorrer a los necesitados.
A pesar de su cargo, salía por las calles pidiendo limosna de puerta en puerta para atender a los pobres, en los que veía miembros doloridos de Cristo.
Profesaba una singular devoción a la Santísima Virgen, de la que hablaba siempre con acendrado amor y cariño. En su proceso canónico se dice:
«Preclaro por sus virtudes, edificaba por su continencia y llevaba una vida de verdadero santo y de ejemplar religioso» apartado del humano consorcio y entregado a sus humildes quehaceres».
Cuando después de haber sido herido mortalmente le preguntaban por el nombre del agresor y motivos de su atentado, evitaba hablar de ello perdonando generosamente a quien atentó contra su vida, diciendo:
«Dios lo perdona. Sea esto para gloria de Dios».
Mientras vivió, todos los que le trataban lo consideraban santo. Muerto ya, el Señor obró muchos prodigios por su medio.
Su mensaje
- que aspiremos a la mayor perfección.
- que sea la caridad nuestra virtud preferida.
- que con nuestras obras y palabras prediquemos a Jesucristo.
- que sepamos perdonar y amar a nuestros enemigos
Su oración
Oh Dios, que hiciste al Beato Luis admirable por su caridad y por su paciencia en soportar las ofensas; concédenos que al celebrar hoy su memoria, sepamos imitarle en la práctica de la caridad y en el amor a los enemigos, y merecer así el premio de la gloria. Amén.